sábado, 13 de noviembre de 2010

Proyecto Humano: Centro de Mediación de Conflictos

Propuesta de atención a conflictos entre adolescentes de educación media superior

Por: Gómez Reyes Saira, Romero Sánchez Yury, Herández Sánchez Félix

El bullying: problemática  en adolescentes de nivel medio superior

  • Propuesta de creación de un centro de mediación de conflictos para atender la problemática del bullying (violencia escolar) entre adolescentes de educación media superior.

A partir del análisis de los referentes teóricos se elaboran propuestas de acción dentro de las escuelas para apoyar de manera sustancial al trabajo de los docentes en la detección, reflexión e implementación de acciones preventivas que mejoren el clima del plantel (escuela y aula).
Siendo el estudiante el elemento central de la educación es vital considerar la importancia del fortalecimiento de su comportamiento social, para que sea capaz de construir relaciones sanas y enriquecedoras por medio de prácticas, en donde sus derechos le impliquen responsabilidades y respeto a la dignidad humana; una forma de convivencia donde prevalezca el trato igualitario y el respeto mutuo.
Sabemos que en diferentes instituciones educativas existen Centros de Apoyo Psicopedagógico, instancias de apoyo a la educación; sus principales características son las de atender las sensibles problemáticas que ponen en juego la dignidad de los alumnos que asisten a las escuelas y que afecta sus derechos esenciales, nos referimos a la violencia entre iguales (Valadez, 2008).
Los mecanismos alternativos de solución de controversias surgen de una cultura pacifica de resolución de conflictos, siendo la mediación uno de ellos, la cual surge en los años 90’s y ha sido acunada en México por el poder judicial como una estrategia de desahogo de los procesos judiciales y utilizada en 21 estados de la República Mexicana, aproximadamente a partir del año 2000, siendo estos mecanismos elevados a rango constitucional en junio de 2008.
Como se ha observado que es un método eficiente para resolver conflictos y que éstos son universales, ya que existen en todos los contextos; a través de la presente propuesta se busca que dicho método sea aplicado en el ámbito escolar.
Es así que el 31 de octubre del 2009 se signó un convenio de colaboración mediante el cual, maestros de todos los subsistemas de educación media superior y superior, serían capacitados para utilizar la Mediación Escolar como instrumento para solucionar conflictos en los planteles educativos de la entidad.
Entendamos que la mediación escolar es el proceso por el cual dos o más integrantes de la comunidad escolar en conflicto, acuden voluntariamente a una tercera persona imparcial (el mediador), quien les facilitará el ser protagonistas para encontrar una solución que beneficie a las partes y logren restaurar su relación.
El modelo tradicional define a la mediación como una negociación colaborativa asistida por un tercero, el conflicto es entendido como un obstáculo para la satisfacción de necesidades e intereses, siendo el objetivo de la mediación el que las partes trabajen colaborativamente para resolverlo. 
Cabe señalar que se realizó un acercamiento a la puesta en práctica del Centro de Mediación de Conflictos con algunos alumnos, quienes consintieron participar en esta actividad; por lo tanto, es necesario agradecerles su valioso apoyo. Asimismo, esperamos retribuirles mínimamente haciendo nuestro mejor esfuerzo en la realización de este trabajo cuyo propósito final es contribuir a dimensionar esta problemática e identificarla para el desarrollo de líneas de acción mucho más específicas para su puntual atención. Aunado a lo anterior se desprenden los siguientes propósitos:

  • Mostrar elementos teórico–prácticos acerca de la violencia escolar para diseñar estrategias de intervención que mejoren el clima escolar.
  • Definir el bullying o maltrato entre iguales.
  • Diseñar acciones preventivas para disminuir situaciones de bullying.


Desde una perspectiva educativa la violencia introduce riesgos potenciales que amenazan los objetivos de la educación escolar. Esta problemática se aprecia constantemente en diferentes instancias educativas, entre familiares y conocidos; prueba de lo anterior son los sinnúmero de casos expuestos en la web al respecto de este tema, por otra parte, las noticias publicadas en los diferentes medios de difusión que aluden al comportamiento entre los estudiantes y sus implicaciones, basta con advertir la nota que publicó Luis Armando Estrada Hernández en El Universal, el año pasado en el que sentencia “Causa temor el uso de bulling en las escuelas”, para darnos la idea clara de la necesidad de atender tan importante situación entre los jóvenes.
La escuela debe ser un lugar seguro donde se pueda practicar y aprender la convivencia entre diferentes, un lugar de relación del que debe quedar excluido cualquier tipo de violencia a efectos de poder maximizar en los alumnos la oportunidad de aprender a desarrollarse (Valadez, 2008).
Convencidos de que es un problema multicausal, consideramos que es una necesidad de que interactúen los ámbitos de Salud Pública y Educativa para dar atención al problema; en este último es en el que enmarcaremos la propuesta que aquí presentamos.

Introducción

El tema de violencia escolar ha sido objeto en los últimos años de una atención creciente por parte de los medios de comunicación, de los profesionales, de las autoridades educativas y de los ciudadanos en general. Mabel Inés Falcón (2009) señala que el tema de la violencia escolar se ha transformado en una constante en los medios de comunicación que dan cuenta de hechos reiterados que se producen en diferentes establecimientos educativos.
En algunos casos ha surgido una percepción de la escuela como un lugar violento e incluso peligroso, que ha generado incertidumbre sobre su función social, de inseguridad y de un creciente aumento de la violencia juvenil, manejada como guerra en las aulas.
“Desde los sesenta hasta parte de los noventa del siglo XX, la disciplina escolar estuvo marginada como tema de investigación…, la problemática de la disciplina escolar fue abordada por tesistas como tema adyacente a sus investigaciones” (Furlan, 2005).
El maltrato entre iguales (bullying) es un fenómeno complejo y poco conocido, que se produce en todos los centros educativos en mayor o menor grado y que es preciso diferenciar de otras formas de violencia que pueden darse en el entorno escolar. Tiene graves repercusiones  en los procesos de enseñanza–aprendizaje. Según Benítez y Justicia (2006) se habla de un fenómeno específico de la violencia escolar que afecta a las escuelas de todo el mundo dado que no entiende de fronteras ni físicas ni políticas.
Uno de los objetivos de nuestro trabajo es definir el bullying o maltrato entre iguales, distinguirlo de otras formas de violencia y aportar elementos para una intervención que favorezca la convivencia y las relaciones interpersonales en el marco de una cultura de diálogo y de paz.
En este trabajo hacemos una aproximación a la definición del fenómeno y hacemos referencia a su incidencia y a las tendencias en cuanto a su extensión (formas más usuales de abuso, lugar donde se produce, etcétera) .
Definir el maltrato entre iguales no es tarea sencilla, y aún menos, conseguir una definición consensuada entre los investigadores del fenómeno. Sin embargo, y a pesar de las muchas definiciones ofrecidas, podemos afirmar que la mayor parte de ellas comparte una característica en común: señalar el maltrato entre iguales como una conducta específica del comportamiento agresivo (Espelage y Swearer, 2003).

¿Qué es el conflicto?

Se tiende a confundir los conflictos en las aulas con conductas violentas. Se habla de violencia de un modo indiscriminado, cuando solo estamos ante la presencia de conflictos que, aun rompiendo el clima normal de la clase o del centro, no representan manifestaciones que lesione física o psíquicamente a profesores y alumnos.
Más allá del concepto real de conflicto escolar, se distingue la violencia así como el temor a ser violentado. En palabras de Roxana Vuanello (2005), se conforman dos dimensiones de análisis y se distingue una dimensión subjetiva: sentimiento de inseguridad diferenciable de la violencia real u objetiva que se denomina inseguridad personal.
La violencia genera siempre un estado de ansiedad e inseguridad, a veces cuadros depresivos que dificultan gravemente la actitud de enseñanza y aprendizaje en quienes la padecen.
El aumento de la violencia en los adolescentes preocupa a los profesionales de la educación, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, investigadores, a las instituciones y a la sociedad en general (Pelegrin, A. & Garcés, E. J., 2009).

Violencia es la agresión física o verbal con la intensión de amedrentarle. La violencia conlleva al maltrato fisco o verbal, la exclusión o marginación del agredido y supone una perversión de las relaciones entre estos (iguales), al desaparecer el carácter horizontal de la interacción, es decir, la relación de igualdad, que es sustituida por la relación jerárquica de dominación-sumisión entre el agresor y la víctima.
La violencia puede entenderse como un acto o una actitud basada directa o indirectamente, en un uso abusivo de la fuerza o del poder, una falta de respeto intencional o no percibida por el otro como un atentado a su persona, a su integridad física, psíquica, social, cultural, un atentado su seguridad o a su entendimiento de seguridad.
Por otra parte, la agresión se refiere a cualquier amenaza ante lo físico, verbal, la burla continuada hasta producir un aislamiento o su abandono del colegio, las intimidaciones y vejaciones; insultar y hacer comentarios racistas; inducir a agredir a un tercero.
Las relaciones sociales en la adolescencia, en comparación con la niñez, son más estables, están menos supervisadas por los adultos y se caracterizan por una mayor intimidad y empatía. Son relaciones que, además, por sus particularidades, influyen en el desarrollo cognitivo y emocional del adolescente, en su adaptación al medio social en el que convive, en el aprendizaje de actitudes y valores, en la formación de la identidad y en la adquisición de habilidades sociales como el manejo del conflicto y la regulación de la agresión (Estévez López, E., Martínez Ferrer, B. & Jiménez Gutiérrez, T. I., 2009).


Violencia escolar
La violencia escolar se ha convertido en objeto de estudio e intervención prioritario durante la última década. La preocupación tanto de la comunidad educativa como de la sociedad sobre los episodios de violencia en los centros educativos está incluso anteponiendo la necesidad de su respuesta educativa.

En el siguiente trabajo presentaos una breve síntesis sobre la naturaleza de los fenómenos de violencia escolar y sobre las claves para abordarlos a través de la construcción de la convivencia.
La mayoría de las investigaciones sobre la violencia en la escuela o violencia escolar se ha centrado fundamentalmente en la investigación en torno al fenómeno conocido como bullying o maltrato entre escolares o iguales. Sin embargo, éste es sólo uno de los tipos de violencia interpersonal que acontece en los centros educativos.
Se puede afirmar que la definición de bullying más citada y aceptada por la comunidad científica es la de Dan Olweus (1993), pionero en los estudios del fenómeno de bullying y lo define diciendo que “un alumno está siendo maltratado o victimizado cuando él o ello está expuesto repetidamente y a lo largo el tiempo o acciones negativas de otro o un grupo de estudiantes”.
Sin embargo, a pesar de que parece existir un acuerdo sobre la definición de bullying, algunos autores han realizado contribuciones para la comprensión del fenómeno. Una aportación es la de Ortega (1998) cuando explica las dos leyes que mantienen el maltrato entre escolares: la ley del silencio y la ley del dominio–sumisión. Según Ortega, estas dos leyes son las que posibilitan que el bullying se mantenga. Por un lado, las personas implicadas, directa o indirectamente, tienden en mantener en silencio lo que está sucediendo, lo que dificulta que deje de ocurrir; y por otro, las personas implicadas  directamente mantienen un vínculo por el cual uno aprende a dominar y otro, ser sumiso a esta dominación.
Por su parte, Rigby (1999, en Magendzo, 2001) ha limitado el bullying al abuso sistemático de poder de uno sobre otro u otros y Smith y Sharp (1994) lo han resumido como el abuso sistemático de poder. Otros autores incluyen en la definición el daño que el agresor ejerce sobre la víctima.
La violencia, entendida como un fenómeno psicosocial que sucede en las escuelas, puede entenderse como victimización si el foco está en el proceso que está viviendo la víctima de esa violencia.  En cambio, la intimidación pone el foco de atención de la violencia en el agresor y no en el intimidado.
Se especifican dos roles en la dinámica del maltrato entre iguales, por un lado, los alumnos y las alumnas que padecían las agresiones o intimidaciones de sus compañeros, es decir, las víctimas; y por el otro, los que realizaban los actos de agresión o intimidación a los primeros, los agresores.
Sin embargo, en la medida que se seguía estudiando sobre el fenómeno se observaba que el rol de víctima no era homogéneo y que se podían diferenciar, al menos, dos tipos: las víctimas clásicas, que son victimizadas sin previa provocación y las víctimas proactivas, que en realidad provocan, en parte, su situación de victimización.
Se ha demostrado que la gran mayoría de los alumnos y alumnas están presentes cuando un alumno está siendo victimizado por otro u otros por lo que, aunque sea de forma pasiva, también deben ser considerados como implicados en el fenómeno, la mayoría de los presentes muestran actitudes negativas frente al bullying o, al menos neutras.
Respecto a la estructura social del maltrato entre escolares, y de  la violencia escolar, supone un cambio cualitativo el trabajo de Salmivalli y sus colaboradores (1996) cuando abren un nuevo camino a la hora de describir y analizar los roles del bullying, sobre todo haciendo hincapié en el papel de los espectadores o no implicados directamente. Por ello se describe un amplio conjunto de roles para expresar los matices que pueden adoptar las actitudes y conductas de todos los escolares ante este fenómeno.
Concretamente se diferencian seis roles: agresor, que realiza la agresión; reforzador del agresor, que estimula a la agresión; ayudante del agresor, que apoya al agresor; defensor de la víctima, que ayuda a la víctima a salir de la victimación; ajeno, que no participa de ningún modo en la dinámica; y víctima, que es quien padece la victimización. Sin embargo, como se puede observar, en esta tipología no aparece el rol del agresor victimizado, lo que según Ortega y Mora-Merchán (2000) se ha seguido demostrando que es importante en esta dinámica tanto en número de implicados como en rasgos característicos.
De forma gráfica, y adaptando la propuesta de Ortega sobre el triángulo de violencia (Ortega, 1997), los roles del maltrato entre iguales se pueden representar en un triángulo que se sostiene por dos leyes: el esquema de dominio–sumisión y la ley del silencio.







Los protagonistas

No podemos abordar un fenómeno tan complejo como el bullying sin hacer un breve repaso del rol que desempeñan los alumnos en una situación de maltrato entre iguales. No debemos olvidar que se trata de un fenómeno grupal en el cual cada alumno refuerza la conducta de los demás en su interacción.

Al tratarse de procesos dinámicos no podemos establecer un rol marcado y estable para cada individuo. A continuación presentamos el circulo bullying (Olweus, 2001), útil para ilustrar los distintos roles en una situación aguda, pero que no debe utilizarse para etiquetar a los alumnos.


Agresor:           Empieza el bullying.
Seguidores:      No empiezan el bullying pero toman parte activa.
Partidarios:       No toman parte activa pero muestran un apoyo abierto hacia el bullying.
Espectadores: No toman partido, lo que sucede “no me incumbe, no va conmigo”.
Posibles defensores: Piensan que es necesario ayudar a la víctima, pero no lo hacen.
Defensores:     No les gusta el bullying y ayudan a la víctima o lo intentan.

La convivencia en los centros educativos
Debemos distinguir entre varios fenómenos que, aunque pueden ser independientes, no siempre guardan entre si una relación directa. Clasificamos los problemas de convivencia y a las agresiones injustificadas en el ámbito escolar mediante el siguiente esquema:


Fenómeno
Características
Objetivo
Disruptividad
Violencia de baja intensidad que entorpece y en algunos casos impide los procesos de enseñanza–aprendizaje.
Violencia contra los fines educativos.
Vandalismo
Destrozos de instalaciones.
Violencia contra los objetos.
Indisciplina
Desafíos a la autoridad y a las normas en general.
Violencia contras las normas.
Maltrato interpersonal
Puede ser horizontal (entre iguales) cuando se refiere a personas con un mismo nivel jerárquico o vertical cuando implica una desigualdad de estatus.
Violencia contra las personas

Definición de maltrato entre alumnos

Dan Olweus es uno de los primeros en estudiar este fenómeno en el entorno en el centro escolar. Define al bullying como una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza un/a contra otro/a, al que escoge como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a la víctima en una posición de la que difícilmente puede escapar por sus propios medios. La continuidad de estas acciones provoca en la victima efectos claramente negativos: descenso de la autoestima, estados de ansiedad a incluso cuadros depresivos, lo que dificulta su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes.
El bullying no se refiere a agresiones organizadas o espontáneas, en las que se busca recíprocamente el daño mutuo, ni a actos vandálicos u otros comportamientos problemáticos que se podrían manifestar en el entorno escolar. Es un tipo de violencia que suele manifestarse bajo la superficie de las relaciones observables en la escuela, oculta casi siempre a los adultos, pero bien conocida por el alumnado. Es difícil de identificar, y por tanto, también de eliminar.
Veamos ahora las diferentes conductas de maltrato, que se resumen en la siguiente tabla. Útil a efectos taxonómicos.


Conducta
Directo
Indirecto
Maltrato físico
-   Dar empujones
-   Pegar
-   Amenazar con armas
-   Etcétera
-   Robar objetos de uno
-   Romper objetos de uno
-   Esconder objetos de uno
-   Etcétera
Maltrato verbal
-    Insultar
-   Burlarse
-   Poner motes (Sobrenombre que se da a una persona por alguna característica peculiar suya)
-   Etcétera
-   Hablar mal de uno
-   Difundir falsos rumores
-   Etcétera
Exclusión social
-   Excluir del grupo
-   No dejar participar
-   Etcétera
-   Ignorar
-   Ningunear
-   Etcétera


En las formas directas el presunto agresor da la cara y se manifiesta abiertamente, por el contrario, en las indirectas, suele permanecer en el anonimato, esta situación puede desestabilizar profundamente y causar un grave daño en la autoestima de la víctima, que es posible que desarrolle atribuciones de autoinculpación.
El maltrato entre iguales es un fenómeno social por naturaleza y no se puede disociar del entorno donde se produce. Las historias de violencia suelen ser historias largas, en las que el abuso se va instalando de una forma insidiosa a través de comportamientos y actitudes que se aceptan como normales, por ser habituales. En un principio puede no tratarse de un problema de violencia en sentido estricto, sino de una carencia de competencias cívicas y dialógicas, y de no saber cómo afrontar las relaciones y la interacción con los demás (García & Martínez, 2001). Una vez instalado se intensifica y crece.


Incidencia

El interés por el tema de violencia escolar y el maltrato entre iguales surge en España a principios de la década de los 90’s, vinculado con las transformaciones económicas y sociales de finales del Siglo XX. Los antecedentes de estos estudios debemos situarlos en los países escandinavos a finales de los 60’s. Karl Lorenz en el campo de la etiología, buscaba el origen de las enfermedades; Peter Heinemann y la comunicación no verbal y, en especial Dan Olweus con un estudio longitudinal realizado en Estocolmo, son los primeros investigadores que hacen referencia al fenómeno.



Las tendencias generadas observadas en los estudios realizados se pueden extraer los siguientes datos:

  • Ø  Extensión del fenómeno: El maltrato entre iguales se produce en todos los países donde se ha estudiado.
  • Ø  Género: Mayor participación de los chicos que las chicas, tanto en el rol de agresores como en el de víctimas.
  • Ø  Formas más usuales de abuso: En los chicos formas directas y en las chicas formas indirectas.
  • Ø  Edad y curso escolar: Mayor incidencia entre los 11 y los 14 años.
  • Ø  Lugar donde se produce el abuso: Aumenta la frecuencia en pasillo y aulas.
  • No existen diferencias significativas en cuanto a tipología de centro ni clase social de los alumnos.



¿Cómo identificarlo?

Existen diversas técnicas para identificar el maltrato entre iguales, en la siguiente tabla se enumeran algunas de ellas:



Técnica
Descripción
Ventaja e inconveniente
Autoinformes
Útiles para identificar la percepción individual.
Pueden estar sujetos a ciertos sesgos.
Nominaciones entre iguales
Las más utilizadas en investigación para identificar comportamientos agresivos, victimización y conducta prosocial.
Requiere la realización de actividades de grupo previas a su administración.
Informes
Los informes de padres y profesores pueden ser útiles como información complementaria.
Pueden estar sujetos a ciertos sesgos.
Cuestionarios
Son útiles para efectuar estudios epistemológicos (lugar donde se produce, intensidad, frecuencia).
Algunos están específicamente indicados para detectar el clima del centro.
Técnicas sociométricas
Útiles para confeccionar un mapa relacional de la clase.
Suelen utilizarse para correlacionar agresividad y victimización con el estatuto sociométrico (popular, ignorado, rechazado, controvertido).
Observaciones externas
Útiles para determinar el clima en zona de escasa supervisión (patios, pasillos).
Consumen una importante cantidad de tiempo.
Diarios
Se utilizan como seguimiento en situaciones de maltrato.





¿Qué podemos hacer para afrontar el maltrato entre alumnos?



La prevención debería ser la línea de intervención preferente. En ese sentido hablamos de:



Ø  Prevención primaria

Son todas aquellas acciones encaminadas a mejorar la convivencia y el clima del centro.

  • Gestión democrática del centro, que emplee procedimientos de resolución alternativa de conflictos, como la mediación, y que aplique un código de disciplina positiva.
  • Integrar en el currículum la educación socioemocional, en la educación obligatoria, como una dimensión esencial para la convivencia.
  • El aprendizaje cooperativo como metodología de enseñanza–aprendizaje crea el escenario adecuado para el desarrollo de las competencias sociales.






Ø  Prevención secundaria



Está encaminada a prevenir situaciones de maltrato, detectarlas precozmente e intervenir antes de que se consoliden. Se trata de plantear explícitamente el sistema del maltrato. Suele iniciarse con una toma de posición de los adultos del Centro de Mediación de Conflictos (profesores y padres), claramente contraria a estas conductas y con la aplicación de cuestionarios y encuestas para sensibilizar a todos los sectores de la comunidad educativa y detectar a los alumnos en situación de riesgo.
Esta intervención, que se lleva a cabo en sesiones dentro del Centro de Mediación con los grupos, que se plantea de la siguiente manera, con base en los siguientes criterios:


  • Detectar a los alumnos en situaciones de riesgo.
  • Intentar resolver la situación de forma efectiva y en un tiempo breve, mediante actividades aparentemente sencillas. Se trata de conseguir una postura crítica respecto a las situaciones de maltrato.
  • Mediación general con los alumnos implicados, grupo, profesorado y padres.
  • Fomentar la resiliencia (capacidad de superar las circunstancias adversas, que implica resistencia y espíritu constructivo): censura la conducta y acepta incondicionalmente a la persona legitimando sus emociones, fomenta la autoestima, potencia la red de soporte social y la búsqueda de bienestar en las personas.


Ø  Prevención terciaria
Constituye la intervención directa para detener las situaciones de maltrato una vez producido y minimizar su impacto en los protagonistas (presuntos agresores, víctimas, espectadores). En estos casos la mediación tradicional no es aconsejable dado el desequilibrio de poder de las partes y la indefensión de la víctima. Se utiliza la llamada mediación terapéutica, que trata de restablecer el equilibrio de las partes. Requiere cierta formación psicoterapéutica por parte del mediador.
A grandes rasgos, esta prevención terciaria, se trata de un método que actúa desde la no culpabilización, para obtener el agresor o agresores pequeños compromisos que mejoren la situación de la víctima. Trata de reindividualizar los miembros del grupo para llegar a un pacto aceptable de convivencia. Este método, que se compone de entrevista estructurada, no se prolonga más allá de tres semanas. Es particularmente útil en casos en los que un grupo ha agredido a una o más personas de forma regular durante un cierto tiempo.
Antes de desplegar un programa de intervención terciaria es necesario haber realizado estudios exploratorios como los que se proponen en la intervención secundaria, para conocer la configuración social del grupo que requiere la mediación, sus puntos débiles y sus puntos fuertes.

El Centro deberá disponer de un protocolo para afrontar estas situaciones:





¿Qué debemos evitar?
que prestar especial atención a algunos mecanismos que suelen aparecer vinculados con los procesos de maltrato en general, y de victimización en particular: 
Hay 


  • El primero hace referencia a la negación del problema. Surgen afirmaciones del tipo “aquí no tenemos conflictos” o “nunca hay ningún problema”. Relacionadas con este mecanismo aparecen también actitudes que pretenden ignorar el problema (esconderlo debajo de la carpeta), o minimizarlo (es un problema de uno o dos individuos concretos, los padres se preocupan excesivamente, etcétera).
  • El segundo tiene que ver con mecanismos que justifican la violencia. Se produce cuando aceptamos falsos mitos y creencias que conducen a pensar que la violencia es inevitable. Se reconocen afirmaciones del tipo “el maltrato forma parte de la vida”, “endurece e imprime carácter”, “hemos de aceptarlo, ha ocurrido siempre”.
  • El tercero no tiene en cuenta o minimiza la importancia del contexto. Actúa sobre el agresor y/o la víctima desde una lógica lineal e individualizadora al asumir que alguno de ellos, o los dos, son responsables directos de la situación. Las actuaciones contra el agresor conllevan castigo y la sanción, que a menudo generan en éste sentimientos de rabia, injusticia y deseos de venganza. Cuando la actuación se dirige únicamente a la víctima: “se merece lo que le pasa”, “se lo ha buscado”, etcétera. O incluso cuando se interviene desde una mala entendida relación de ayuda que implícitamente sitúa la culpa en la propia víctima: “tiene que aprender habilidades sociales”, “no se sabe defender”, etcétera.
  • Finalmente, las políticas de tolerancia cero suelen estar más dirigidas a la opinión pública en general que a la resolución efectiva del problema en particular. Acaban concretándose en un código disciplinario y aplicándose a veces con excesivo rigor en caso que requieran soluciones más pedagógicas y/o terapéuticas que correctivas. Solo una aproximación no culpabilizadora y responsabilizante puede garantizar una resolución satisfactoria para todos los implicados.
Nadie merece ser víctima de maltrato y el bullying representa una vulneración de los derechos fundamentales del alumno: derecho a estar seguro en la escuela y a no estar sometido a humillación intencional y repetida (Olweus, 1993).

Papel de las familias
Cualquier nivel de intervención deberá contar con las familias. Si la colaboración de los padres es necesaria en todo el proceso educativo, en la resolución de posibles situaciones de maltrato entre alumnos se hace absolutamente impredecible.
Debemos fomentar su participación en las charlas de sensibilización e información que se realicen; favorecer su implicación en la discusión y elaboración de propuestas y documentos para mejorar la convivencia y el clima del centro; y, finalmente, crear espacios de intervención compartida cuando se trate de situaciones concretas que afecten sus hijos, ya sea en el rol de agresores, víctimas o espectadores.
Una intervención compartida desde una perspectiva no culpabilizadora es el medio de conseguir el apoyo y la implicación de los padres en la búsqueda de una solución satisfactoria para todos los alumnos implicados, y esto es especialmente necesario en el caso de los presuntos alumnos agresores.
En este sentido, el Centro debería disponer de un protocolo de actuación que contemple cuándo, quién y cómo se informará a los padres de las medidas que tomará el Centro, las pautas y estrategias que deberían adoptar en cada caso, los mecanismos de seguimiento, etcétera.
Incluso si tenemos dudas razonables para ello, no debemos desatender ninguna queja o sospecha de maltrato. Hay que tener en cuenta que hay situaciones encubiertas, difíciles de detectar. Los padres suelen ser buenos conocedores de la conducta internalizada de sus hijos y pueden observar cambios sutiles que en la escuela pueden pasar a más desapercibidos.
Es necesario tranquilizar a los padres y esto se consigue:
  • Escuchando sus quejas y actuando en consecuencia.
  • Solicitando su colaboración e implicándoles en la solución del problema.
  • Dándoles garantías de que la situación de maltrato se ha detenido, que el centro se preocupa y está en ello.
  • Manteniendo reuniones periódicas para revisar conjuntamente los acuerdos e informarles de los pasos y actuaciones que se están llevando a cabo.
  • Llevando un registro y haciendo un seguimiento de los incidentes.
Finalmente, y no  por ello menos importante, las medidas dirigidas a sensibilizar a los padres y facilitarles información sobre el tema favorecerán la implantación y el desarrollo de programas de mejora de la convivencia.

Como diseñar un proyecto de educación para la convivencia
Presentaremos algunos recursos y estrategias organizativas para diseñar, desarrollar y evaluar un proyecto de mejora de la convivencia, con el objetivo de aprender a resolver pacifica, dialogada y democráticamente los conflictos y prevenir los fenómenos de violencia.

Primera fase: Análisis del contexto y evaluación previa de necesidades

Es necesario conocer la realidad global en la que vamos a intervenir. Las características sociales, culturales y psicológicas, para disponer de información objetiva, aunque no es necesario hacer una investigación exhaustiva, pero sí de conseguir una imagen aproximada. Es necesario profundizar en “la lectura psicológica”, es decir, el análisis de cómo las condiciones de vida han influido en nuestros escolares y sus familias.
Dado que el objetivo es trabajar con alumnos y alumnas que pueden estar inmersos en problemas serios de relaciones interpersonales y que podrían estar psicológicamente afectados, es muy necesario saber hasta qué punto la institución dispone de recursos humanos suficientes como para abordar trabajos que van a exigir una cierta estabilidad del sistema.

Explorando la conflictividad escolar

Es necesario explorar la naturaleza de la conflictividad a la que nos enfrentamos. Ortega, (1998)  nos dice que no es bueno confundir entre si los distintos problemas de relaciones interpersonales que pueden acontecer en el centro educativo.
Lo más relevante no es ni el déficit organizativo, ni los problemas de violencia, sino la ausencia de vías razonablemente bien diseñadas para que las personas, alumnado y profesorado, resuelvan de forma pacífica, dialogada y democrática sus conflictos. Estamos proponiendo realizar un estudio diagnóstico previo sobre lo que, en una primera impresión, habríamos denominado conflictividad o problemas de convivencia.

Segunda fase: Comprender la situación y priorizar la intervención

Una vez conseguida la información y que la hemos transformado en conocimiento claro, sencillo y discutible, hay que plantearse qué hacer con ella, para conseguir destacar, entre todos los procesos, los que se presenten como más globales, por un lado y como más urgentes.
La información obtenida debe planificarse muy bien, utilizando todo el tiempo necesario para que todos los miembros de la comunidad se perciban a sí mismos convenientemente informados respecto de aquello que ha sido de ellos.
Hacer un proyecto de convivencia requiere incluir una actitud de cambio, también por parte del profesorado; una actitud de cambio que para los profesionales de la docencia sólo puede realizarse con su colaboración.
Los datos obtenidos deben convertirse, con la participación de todos, no en un discurso derrotista, sino estimulante.
Un recurso interesante es hacer una lista de los puntos fuertes y débiles de nuestra convivencia para poder decidir los focos sobre los que vamos a intervenir. Los puntos fuertes nos servirán para cuando diseñemos las líneas de intervención.
La intervención debe asumir que no se puede abordar todo al mismo tiempo y que hay que priorizar. Priorizar es saber qué cosas deben ocupar el primer, segundo y tercer lugar de la actuación; una elección que debe hacerse con criterios claros, es decir, con los criterios que el equipo de trabajo haya decidido que son más relevantes en el momento actual.
Priorizar significa saber que no podremos hacer todo lo que consideremos que es necesario, sino que se irán estableciendo las acciones con relación a un orden lógico basado no tanto en lo más grave, a lo que hay que atender de forma urgente, concreta y corta en el tiempo, sino basado en lo que conviene más a medio plazo y en aquello que valoremos que tendrá efectos directos positivos y efectos indirectos igualmente interesantes para cambios futuros.
Es importante también pensar en actuaciones en distintos niveles, en distintos escenarios y con distintos objetivos, siempre sobre un esquema de jerarquización de las necesidades que se han visualizado y consensado por todos como las más convenientes.
No se puede hacer todo al mismo tiempo. Algunas de las iniciativas se podrán quedar en la reserva e ir preparando el momento de ponerlas en activo, mientras otras serán visualizadas como urgentes, o percibidas como susceptibles de ser abordadas de inmediato.

Una reflexión final

El maltrato entre iguales es un fenómeno complejo, poco conocido pero que se da en todos los Centros en mayor o menor grado y que es necesario diferenciar de otras formas de violencia que se pueden producir en el entorno escolar. Tiene graves repercusiones en la convivencia, en los procesos de enseñanza–aprendizaje y en el ajuste psicosocial posterior de los alumnos.
Es un fenómeno social por naturaleza; se da en grupos relativamente estables y es en el grupo  donde hay que buscar la solución. Esto no excluye que en ocasiones debamos recurrir a una intervención terapéutica especializada.
Sabemos que gran parte de las dificultades escolares de los alumnos no son atribuibles a déficit en las capacidades intelectuales, sino que están vinculadas a experiencias emocionales negativas y a conflictos interpersonales que se expresan en forma de conductas problemáticas.
La educación tiene como finalidad el pleno de la personalidad del alumnado. No se trata solamente de un desarrollo cognitivo sino también de un desarrollo emocional y social. Nuestro sistema educativo ha priorizado tradicionalmente las dimensiones cognitivas, las relacionadas con el conocimiento, dejando de lado las afectivas.
Recuperar esta dimensión afectiva y centrarnos en nuestro conocimiento emocional, desarrollando una mayor sensibilidad hacia nosotros mismos y hacia demás, redundará necesariamente en una mejora del clima del centro y, en definitiva, del bienestar de todos sus miembros.
Las experiencias de violencia de los alumnos podemos agruparlas en dos grandes tipos: las que suceden fuera y dentro de la escuela; en las del primer tipo se encuentran las ejercidas por su entorno. A nosotros nos interesa y nos ocupa las del segundo tipo, es decir, dentro de la escuela y concretamente la ejercida entre iguales.
Es necesario puntualizar que cada uno de nosotros podrá tomar decisiones de acción totalmente diferentes enfrente a circunstancias adversas; sin embargo, el Centro de Mediación de Conflictos pretende establecer, a partir de especialistas en la materia, una serie de estrategias muy puntuales para dar atención a las problemáticas de los alumnos.


Fuentes de consulta

  1. Benítez, J. L. & Justicia, F. (2006). El maltrato entre iguales: descripción y análisis del fenómeno. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 4 (9), 151-170.
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