sábado, 25 de septiembre de 2010

Educación ético-cívica y la crisis de la cultura contemporánea

Por: Félix Hdez S.


El autor centra su exposición temática en torno a la interpretación de la labor docente para establecer parámetros de evaluación de lo que es el ciudadano –concebido como el centro del mundo-. Realiza una descripción de la actividad importante que tiene un profesor y la gran responsabilidad en la formación de los alumnos hacia la construcción de una ciudadanía solidaria y comprometida; no obstante, los profesores también repiten valores con los cuales se imitan modelos pasados.
Entre los temas centrales de exposición, Miguel de la Torre Gamboa sentencia que existe una perdida del sentido ético-cívico en docentes y alumnos e invita a reflexionar la tarea importante de comprender los colectivos; es decir, la civilidad de los individuos a través de la historia y modelos educativos en miras hacia la convivialidad humana.

Entender la formación del individuo desde la corriente racionalista decimonónica permite al lector entender que el ser humano es un sujeto racional y, la idea de vida colectiva buena, de bien común y de civilidad, son percepciones de que éste promueve la defensa de sus derechos. Mientras que la colectividad obliga a entender a ese conjunto de personas en busca de un objeto común; es decir, un colectivo social, colectivo del trabajo, colectivo de la escuela.

Se trata de entender la formación ético-cívica como el proceso de identificación y reconocimiento del otro como yo mismo; entonces, entendamos como “ética” el comportamiento, la conducta y el actuar de hombre en cuanto hombre. Obliga a reflexionar sobre los problemas de vida colectiva por el cambio sociocultural posmoderno para lo cual realiza un recuento histórico a fin de entender que la vida social ha influenciado al propio hombre en sus ideologías individualistas y colectivas, permitiendo la construcción de sociedades y culturas determinadas por sus contextos.

Asimismo, explica la ideología como un conjunto de construcciones mentales con diferentes grados de racionalización y distintas formas discursivas contra las ideas falsas que los hombres se han forjado desde siempre sobre sí mismos. Los ideólogos creen que cambiando las ideas cambia el hombre; sin embargo, debemos entender que lo que se busca no es la continuidad de algo, sino la contraposición a la variedad y el cambio.

Aunado a lo anterior, señala a la ciudadanía como un conjunto de prácticas que definen a una persona como miembro de pleno derecho dentro de una sociedad. La ciudadanía formal implica la posesión de un pasaporte conferido por el Estado, mientras que la sustantiva define el conjunto de derechos y obligaciones que tiene los miembros de una comunidad política.

Explica que la ideología neoliberal individualista provocó fenómenos de desintegración social, marginación y exclusión, e invita a la reflexión colectiva para preguntarnos ¿qué somos?, ¿qué queremos ser? Así, la vida obtiene un sentido dado por el propio ser humano que construye sus valores y forma una posición ético-cívica al identificar y reconocer al otro como yo. Las ideologías contribuyen al mantenimiento de la estructura social y surge de la misma práctica social y discursiva.

Por otra parte, es necesario entender que el igualitarismo se predica de aquellas corrientes morales, idearios políticos y movimientos de protesta que han puesto el acento en lo que se asemeja a los seres humanos y no en lo que les diferencia, o que han postulado la igualdad como un valor moral en sí mismo y han considerado que ciertas diferencias entre las personas representan desigualdades indeseables e injustas.

Entre muchos conceptos que se han ido formalizando con el paso de la historia, se puede entender a la cultura como algo muy complejo, precisamente porque está condicionado a las posturas de los individuos. Tuvo que ver primero con la acción humana sobre los otros y no a una característica de los humanos (como lo podríamos entender actualmente hacia las personas, sociedades o países "cultivados").

La interacción entre humanos, en su acepción más descriptiva y funcional, hace referencia a una secuencia de relaciones y de mutuas influencias llevadas a cabo entre distintos vectores de la realidad social (individuo−individuo; individuo-grupo; grupo−individuo; grupo−grupo), lo que permite entender que la creación de normas culturales son determinadas a partir de la confluencia entre individuos con posturas individualistas en busca de la convivialidad. Sin embargo, en necesario comprender la libertad de los individuos, entendida como un principio moral o derecho natural, constituye uno de los objetos esenciales de la política y de la vida humana; no obstante, la sociedad adquiere una marcada multicultura.

Por otra parte, abre posibilidades de entender los aspectos culturales al referir a sus valores como una construcción colectiva y cambiante; determina que la cultura no es absoluta; asimismo, señala que la educación debe contribuir a su comprensión y fundamentación permitiendo que el humano entienda su vida.

En sentido amplio, la desigualdad social es tan extensa como los objetos sociales. Por esta razón deben distinguirse en primer lugar las desigualdades que, aunque estén influidas por otras, no están socialmente estructuradas. Se entiende por desigualdad social lo que permite que de la comparación entre individuos afirmemos que uno es más valorado que otro. Es multidimensional y se relaciona con fenómenos como la estratificación, la pobreza, la integración, la marginación, la segregación, la inclusión, la exclusión o el género; sin embargo, hablar de un cambio sociocultural es hablar de asumir valores de civilidad y no convivialidad entre humanos que hará modificaciones de conducta entre los hombres.

Entender a la sociedad exige comprender los términos de sociabilidad humana basadas en la comunidad y la sociedad o asociación. La primera brota de la naturaleza y es fuente de toda moralidad. En cambio la sociedad, basada en la voluntad arbitraria o racional, se caracteriza por las relaciones racionales, instrumentales y estratégicas.

Referencia:
 Torre Gamboa, Miguel de la. “Educación ético-cívica y la crisis de la cultura contemporánea”, en Revista Intercontinental de Psicología y Educación, Vol. 11, Núm. 1, enero-junio, 2009, pp. 15-36. Universidad Intercontinental, México.
Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=80212412002

sábado, 18 de septiembre de 2010

De la ética del discurso al discurso de la educación

Por: Félix Hdez S.

Es indudable que tenemos una gran responsabilidad como docentes al tener en nuestras manos la formación de educandos que deben ir siendo encaminados al aprendizaje; sin embargo, no es tarea fácil hacer en ellos el eco inconmensurable de la ética. Bien señala el autor que el docente tiene el ‘poder’ transformador de la humanidad; a través de estos sujetos se modifica la justicia, la responsabilidad, etc., en tanto que tiene en sus manos la educación de los nuevos entes humanos de una sociedad.
            Hablar de ética es hablar de uno mismo, sus valores, sus costumbres, sus responsabilidades; pero ahora, debemos reflexionar que no es sólo eso, sino reconocer todo en los otros que me permiten ser. Es hablar de las relaciones humanas y cuestiones sociales, determinadas por un bien común y, si uno realiza acciones, la recompensa estriba en el reconocimiento que los otros hacen para con ellas.
            Es obligación de un docente, en el ejercicio día a día, establecer en los alumnos los conceptos claros de responsabilidad y alteridad[1], puesto que así las relaciones entre humanos conjugarán sus valores, costumbres y principios aprendidos en casa, heredados por familiares y amigos o adquiridos en cualquier ámbito, procurando en ellos la comprensión recíproca de unos y otros fundamentado en lo social. El profesor debe aprender primero que su aceptación está dada a partir de la otra persona: el educando, así podrá atender la preparación de éste y lo tendrá concebido a partir de su propio criterio.
            Cita el autor que debemos entender que “Las orientaciones de valor, incluyendo las autocomprensiones de personas o grupos orientadas por valores, las juzgamos desde el punto de vista ético; los deberes, las normas y los mandamientos los juzgamos desde el punto de vista moral”.

Entonces hablar de moral y ética -nos expone- es una línea muy delgada para su entendimiento y, en muchos casos, las convierte en sinónimos; sin embargo, debemos considerar que el humano no reflexiona en estas diferencias porque para él sólo existe “lo bueno y lo malo” y “las normas universales” consideradas en el deber ser. En ese sentido, un alumno debe ser orientado para entender lo que es bueno -y que además realmente le importe- y diferenciarlo de lo que es malo, pero esto no es tarea sólo del profesor, sino de toda una sociedad que le ha otorgado un papel en la vida, el de convertirse en un ser humano que confrontará su formación con los demás.

            En un ejercicio práctico, pregunté a mis alumnos: ¿qué es la ética? Me dieron varias respuestas generalizadas que aquí comparto:
·         Se me hace que es como el amor, intangible pero imprescindible, dijo una parte del grupo.
·         Se me viene a la mente la moral y el deber ser, y todo me suena hueco, dijeron otros.
·         Es una forma de asumir la vida, lo mismo en el plano laboral que sentimental, contestaron algunos más.
·         Algo que se mama y que no que se vende por kilo, como en ocasiones se pretende, señalaron los menos.

No estamos tan errados en sentenciar que son cosas que los alumnos deben diferenciar; sin embargo, las conciben como una sola. Cada uno asume su postura de ética y señala que sí la aprendieron pero no saben cómo explicarla.
Aquí reflexiono lo que el autor dice al mencionar que es toda práctica social (y, por consiguiente, toda práctica educativa), es lo que los docentes debemos reforzar en el alumnado. Entiendo que debemos convertirnos en el papá que procura dar educación al hijo para encaminarlo hacia su bien vivir humanamente y, no ser la institucionalización educativa (el príncipe, que menciona Kant), que los ha de convertir en los hombres que nos deben servir a conveniencia.
            El autor nos refiere indudablemente que nosotros como docentes debemos (entendiendo el deber como una invitación dictada por nuestros juicios de valores), apostar a construir nuestra sociedad (plural y compleja) a partir de una ética de mínimos comunes, consensuada y en permanente (re)creación. No podemos caer en la anarquía porque la gente simplemente quiera establecer su propia idea y realización del bien; por lo que se debe consensuar y establecer parámetros de coincidencia para la sociedad.
            Aprecio, como lo dice la lectura, que mis alumnos juzgan a la ética como el no meterse en problemas, aluden al sentimiento de culpa para no comprometerse con las acciones que realizan; sin embargo, miden sus actos bajo los parámetros de lo cultural e intercultural que ya tienen tácitos. Cuando ellos han empleado su propia comunicación –ahora en las redes sociales- parecen olvidar esa ética que los ha hecho violar ese marco intercultural. ¿Por qué? Por permitirse engañar al otro y, así, engañarse a ellos mismos; porque ahora lo que les importa de sobremanera es vivir en la red de conversaciones virtuales y emplear a los otros a su favor y conveniencia.
            Los alumnos, viven –y nosotros también- impregnados de valores que los otros les otorgan; no obstante, como profesores debemos hacerles ver que no pueden renunciar a sus conductas ni costumbres; luego entonces, tendrán que hacer cosas para conquistar objetivos muy claros sin utilizar a los demás en su beneficio; es decir, humanizarlos y hacerles ver que las cosas que hacen están bien.
No obstante debemos hacerlos entender que necesitamos a los humanos para aprender de ellos y también para enseñarles lo que nosotros ya conocemos; hacerles saber que los valores se vuelven universales en la medida en que todos aceptemos la relación entre humanos y la legitimemos en función de un bien común. Hacerles asumir la ética, responsabilidad, justicia, igualdad, etcétera, como conceptos inherentes de dominio en su aprendizaje; permitirles desarrollar sus convicciones y asumir consecuencias de los actos, que no sólo vean el objetivo o meta a alcanzar sino que evalúen muy bien los medios por los cuales los lograron. Que asuman un compromiso social y reflexionen muy bien sobre sus responsabilidades para alcanzar un bien común.
El profesor debe darse cuenta que asumir el ‘poder’ de influir en el alumno (para transformarlo y encaminarlo hacia esa relación social que dicta la búsqueda de un bien común), no le implica descuidar su propio contexto: el papel social del alumno, la situación relacionada de ellos y al propio alumno como individuo. Es prioritario que un docente mantenga esa triada como su norma dictatorial para encaminar a los alumnos a conducirse correctamente e interrelacionarse asumiendo su conducta ética, garantizar los derechos humanos y los principios democráticos desde nuestros comportamientos sociales.
Cito una frase de la lectura que me ayuda a reforzar lo anterior: “una ética de la responsabilidad debe ser una ética de la acción comprometida con el cambio social”; entonces nosotros como profesores tendremos que asumir esa importante tarea de encausar un aprendizaje en los humanos para hacer en ellos un pilar de la construcción de un cambio social para el bienestar común. Nos exige la transformación de los escenarios sociales desde las propias relaciones humanas, las condiciones políticas, económicas y construir las culturales.
            “De esta forma, el hacer personas responsables desde la vivencia de ese sentido de la responsabilidad en la propia interacción educativa debe constituirse en eje primordial de la pedagogía de la ética”, refiere el autor. Es entonces que los profesores nos convertimos en guías de la enseñanza para los alumnos pero no debemos perder de vista que somos hombres, con un rol social y que pertenecemos también a una cultura, que convive con los alumnos en su propio espacio y también en un tiempo determinado. Es aquí donde entra esa relación de lo temporal; debemos enseñarles a la construcción desde el pasado para ayudarles a la re-construcción de la responsabilidad.
            Una sociedad educada no es sino una acumulación de humanos que buscan legitimar las relaciones entre ellos para establecer bienes comunes; luego entonces, debemos generar nuevas perspectivas desde una sociedad del conocimiento.
            Construir una sociedad a partir de la ética no puede ser posible si no se reconoce al hombre como individuo estrechamente vinculado con otro ser, es decir, del reconocimiento de los humanos, la reciprocidad e identidad entre estos; tampoco la podremos construir sin dejar de hacer presente las relaciones sociales, una dimensión política y normativa de las acciones-consecuencias de los hombres; y mucho menos la podemos edificar sin ética que asume la responsabilidad del uno y el otro, en su concepción de asumir el papel de los demás, las diferencias e igualdades.
¿Comprender esa visión resulta tarea difícil en nuestros días? ¿Qué sucede en una sociedad que está plagada de gente que utiliza al otro en beneficio de su propio bien?
Concluyo con una cita más del propio material expuesto por Eduardo Vila: “La respuesta pedagógica y didáctica a la llamada sociedad multicultural deberá provenir de una profunda reflexión sobre la naturaleza de la diferencia humana y el origen social de las desigualdades”.
Mención aparte resulta sí a todo lo anterior agregamos que la realidad educativa en nuestro país es muy baja, que no hay posibilidad de abrir espacios para el diálogo sino es desde el propio ámbito educativo, y a esto debe añadírsele el reconocimiento del valor del aprendizaje. Si las televisoras ahora dictan parámetros de valores y los contenidos educativos los determinan unos cuantos y no la pluralidad de cosmovisiones al interpretar el conocimiento.


[1] Alteridad: Como concepto filosófico, se ve como el descubrimiento que el “yo” hace del “otro”. Es el principio filosófico de "alternar" o cambiar la propia perspectiva por la del "otro". Una persona a través de la interacción con el otro puede conocer cosas del otro que antes no había conocido, de esta forma se crean imágenes e ideas sobre el otro que antes no se conocían, considerando y teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses, la ideología del otro; y no dando por supuesto que la "de uno" es la única posible.

Referencia:

Vila Merino, Eduardo S. (2004). Pedagogía de la ética: De la responsabilidad a la alteridad. Athenea Digital 6,  pp. 47-55. Disponible en: http://antalya.uab.es/athenea/num6/Vila.pdf 

sábado, 11 de septiembre de 2010

Ética en la Educación

Objetivo general:
  • Valorará la problemática ética presente en la práctica profesional docente y sus implicaciones en el proceso enseñanza–aprendizaje, con base en el análisis de los diferentes enfoques morales que existen en la sociedad.
Temas y subtemas:

  1. La problemática ética
    1. Filosofía y ética
    2. Discurso científico y discurso ético
    3. El campo de los valores
    4. El campo de la ética
    5. Individuo y sociedad
    6. Ética e identidad
    7. Ética y educación
  2. La ética en el campo educativo
    1. Educación, sociedad y moral
    2. Política educativa y compromiso social
    3. Teorías pedagógicas y responsabilidad social
  3. Ética e individuo
    1. Valores individuales, institucionales y sociales
    2. El desarrollo moral del individuo
    3. Libertad y Responsabilidad del individuo en el mundo de la escuela
    4. El comportamiento ético del docente

Actividades de aprendizaje:
  • Lectura de la bibliografía sugerida para el programa.
  • Discusión en pequeños grupos sobre los temas contenidos en el programa.
  • Sociodrama con la representación de los diferentes temas que integran el programa de estudios.
  • Redacción de ensayos sobre el papel actual de la educación en la formación humana y sus alternativas para favorecerla.

Criterios y procedimientos de evaluación y acreditación:
  • Entrega por escrito de los reportes de las lecturas                30%
  • Entrega de ensayos escrito final                                           50 %
  • Participación en clase                                                          20 %

Profesora: Dra. Rosa Mayra Ávila Aldapa
  • Doctora en Historia por la UNAM.
  • Investigadora en el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora.
  • Colaboradora del Museo Nacional de la Revolución.
  • Jefa del Departamento de Investigación del Posgrado del IPN.
  • Docente del Posgrado en el Colegio de Estudios de Posgrado de la Ciudad de México.
  • Docente de la UNAM.
  • Ha participado en diferentes investigaciones en el ámbito de la educativo y ha participado como ponente en diversos congresos nacionales e internacionales.