viernes, 1 de octubre de 2010

Consideraciones sobre la ética

Por: Félix Hdez S.


El hombre, en busca de los beneficios para su vida, originó costumbres y comportamientos que más tarde constituyeron la moral y la ética; éstos dieron pauta a la construcción de principios y normas para regir el resultado de la vida del hombre, es decir, la felicidad.
            La construcción de la vida humana ha estado sustentada en el bien vivir, una claridad que todo individuo ha despertado por “instinto” las costumbres sociales; es decir, hábitos y comportamientos entre hombres, originados a partir de la reiteración entre individuos y la aceptación de los otros. En otras palabras, la regulación del comportamiento que se da entre individuos que comparten un espacio y tiempo determinado
            Cada nueva generación, una vez que hereda el comportamiento de generaciones anteriores, busca la adecuación en su tiempo y espacio para una mejoría en su bien vivir para lo cual realizan una elección de valores que dan origen a los principios y normas de socialización entre individuos lo que los califica con una identidad cultural.
            Plantea como premisa a la felicidad como “sumo bien” y realiza un recorrido histórico de las diferentes culturas y su postulación ante la búsqueda del sentido del ser humano y su bien vivir.
El cristianismo fusionó los dogmas religiosos, valores éticos y doctrinas filosóficas; sin embargo, predominó una sociedad dominada por la religión. Lo anterior explica cómo la Iglesia se constituyó como institución capaz de dirigir las sociedades e impuso el sumo bien como la búsqueda de la felicidad y se infiltró en los terruños de la política, economía, ciencia y arte, dictando los ‘medios’ por los cuales se conseguiría la felicidad: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo justo e injusto, etc., permitiendo sólo que el hombre fuera feliz de manera imperfecta e incompleta en su vida social. Para el cristianismo, el sumo bien o felicidad perfecta consiste en la visión de Dios, en la bienaventuranza eterna de la vida sobrenatural. Lo anterior, trajo como consecuencia para el hombre que los usos, costumbres y comportamientos, en búsqueda de la felicidad se cualificaran entre lo bueno y lo malo, asumiendo valores de conducta definidos por las relaciones humanas.
            Valdría la pena preguntarnos si la naturaleza del hombre no ha sido siempre buscar su beneficio y encontrar ventajas para alcanzar placeres y comodidades de todo lo útil y necesario para sustentar su vida; es decir, el “ser” y no sólo el “deber ser” como lo había impuesto con sus comportamientos. El ser humano tiene como principio el sobrevivir y reproducirse, vivir lo mejor posible y progresar para trascender.
La relación entre los seres humanos fue lo que lo obligó a normar sus conductas y comportamientos lo que produjo que buscara la felicidad en el mundo terrenal, de esa manera identifica el bien y lo bueno -con algún valor moral-, como el camino a seguir para alcanzar su propósito hacia un fin particular del bien vivir.
            La conducta del ser humano sustentó su fin hacia un ser majestuoso, aquel que le dicta las normas morales de comportamiento. El ser humano no descarta la creencia en un ser divino (como el ser perfecto); sin embargo, sustenta sus placeres en lo terrenal: el cuerpo, convirtiendo la moral humana como algo relativo debido a que el bien no es objetivo sino referido siempre al placer.
            La nueva visión del ser humano hacia la divinidad modificaba su miedo a los dioses y a la muerte, el fin de la vida es la felicidad y la tranquilidad a partir de la percepción, la motivación y el conocimiento adquirido. El ser humano procura su propia felicidad a través de sus placeres y de evitar el dolor.
            El ser humano conquista felicidad a partir de las cosas que le son útiles con lo que busca favorecer su relación con otros individuos, y la califica como una gran felicidad mientras más placer le procura desencadenado a partir de un mayor bien; no obstante cada individuo califica el placer según su percepción, lo que lo hace subjetivo. Por otra parte, el calificativo lo realiza en consideración del número de personas que obtienen la felicidad, si es sólo una lo convierte en egoísmo, en cambio si es hacia un grupo lo consideran altruista, en resumen, se concibió una teoría hedonista cualitativa altruista.
            “Nuestra ética católica está basada en la obligación o el deber de obedecer principios o normas religiosas”, considerando esta premisa, el ser humano ha manifestado que su condición de vida es la ‘obediencia’ encaminada por el bien y el mal. Cada uno ha asumido la postura particular de alcanzar la felicidad sin importar los medios sino el fin, lo que ha puesto en manifiesto son los valores morales y las normas del buen comportamiento.
            Con base en lo anterior, el ser humano ha buscado de manera permanente su bien vivir y se ha identificado hacia conductas morales y éticas de su contexto social, su cultura y sobre todo sus relaciones entre humanos; es decir, en pugna constante de una socialización, equidad o un bien común. No obstante que el ser humano ha manifestado su propia regulación de conductas, trata además de dirimir sus valores negativos.
                La relación entre humanos en busca de un bien común permite suponer que la naturaleza de éste es alcanzar una superación y progreso; sin embargo, el mismo hombre ha impregnado un calificativo de lo bueno y lo malo en sus conductas, de ahí la necesidad de regularlas; no obstante, cada individuo asume condiciones un carácter y personalidad de acuerdo con su contexto social, político, económico, educativo, etc., elementos suficientes para obtener, en suma, una compleja relación humana autocalificada subjetivamente por el propio ser humano.

Referencia:

Cantolla Bernal, Enrique. “Consideraciones sobre la ética” en Revista Enfoques. No. 4, 2005. Universidad Central de Chile. Santiago, Chile. Pp. 185-194.

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