viernes, 1 de octubre de 2010

Ética y educación para el nuevo siglo

Por: Félix Hdez S.


El texto expone el papel del educador y su compromiso ético en el siglo XXI, lo realiza bajo la premisa de que hemos comprendido la diferencia entre Ética y Moral.
            En primer término presenta la definición de lo que es la ética a partir de dos concepciones claras: a) Escala de valores que es siempre formativa y normativa y, b) Una rama de la filosofía que estudia la moral de los hombres.
                La ética formativa, expone, pretende enseñarnos cuál debe ser el comportamiento moral del hombre en relación con otros hombres; es decir, juzga siempre a partir de sus propios valores, calificados como absolutos e inmodificables.
La ética formativa de una sociedad se asume a partir de las conductas características y consensadas en la relación entre individuos, por ende, se impone a través del discurso de poder imperante. En nuestra cultura, la escala de valores fue dictada por la imposición de las normas religiosa, en específico por la religión católica.
Por otra parte, la ética vista desde la vertiente filosófica aborda la moral en términos antropológicos y culturales, sin prejuicios axiológicos. No obstante es necesario hacer una diferencia clara entre ética y moral: la primera estudia a la segunda, y toda moral tiene la pretensión de ser una ética universal, buscando posicionarse como moral verdadera.
De acuerdo con los preceptos anteriores, toda ética es una ética formativa al obedecer a los valores dictados por alguna institución: Estado, Iglesia, Sociedad, Familia, Empresas (a través de sus códigos de ética). Se sobreentendería que la ética formativa es una coerción de obligatoriedad y regulación de los derechos que, en circulo vicioso, regresa a dictar las normas de comportamiento reguladas para una buena aceptación. Claro está que la única sanción de un incumplimiento del ‘código de ética’ no queda sujeto a la culpabilidad, sino también a sanciones jurídico-civiles que han regulado esos comportamientos.
Cabria hacernos la pregunta de ¿quién califica un código de ética sino los mismos que lo imponen para ser ‘mandatorio’? Para esta norma y entendimiento de los castigos a los que haya lugar por el incumplimiento de las normas morales que no se acaten en un código, no sólo queda la subjetividad de manera evidente sino también el juicio de valor para el nivel de castigo a que se hace acreedor el ‘inmoral’ o ‘antiético’. Lo anterior se contempla a partir del ‘sentido común’ o la ‘intuición’ que ha sido adquirida desde el núcleo formativo del ser humano: el hogar, la escuela, la iglesia, etc.
Al respecto del punto anterior, es necesario hacer la reflexión, tratando de ser objetivo, de la labor que guarda un educador en su papel de formador de nuevas generaciones si éste, en todo momento, tiene la obligación de educar a un alumno. ¿Con qué niveles se puede calificar la tarea de un educador si como individuo tiene obligación de hacer cumplir normas de conducta para con los educandos, no obstante que también tiene intuición de las conductas que deben imperar en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
La educación debe ser diferente si cada uno asume no sólo un código de ética sino las normas que colectivamente ayuden a los ciudadanos a ser mejores hombres cada nuevo día y a identificar las relaciones entre humanos como las más convenientes pero no hacia una moral sino hacia la mejor manera de ser felices; es decir, asumir la responsabilidad de ser libres y ejercer ese derecho.
Asumir que la formación de los seres humanos es una gran responsabilidad que tienen los educadores; sin embargo, debe evitar repetir normas conductuales dictadas por las éticas y morales de las instituciones que imponen su propia visión del deber ser. Es necesario que se determinen sistemas educativos que privilegien la formación colectiva del buen vivir; desde luego, atendiendo a las sociedades cambiantes de nuestros tiempos. 
Culmino con la cita del texto al referirme que “si enseñamos a todos los hombres que ellos son enteramente libres, partiendo de su condicionamiento social, educativo, económico, histórico y geográfico, de hacer lo que consideren mejor, pero que esa libertad implica necesariamente la responsabilidad de los actos, por lo menos se estará reforzando una sociedad que tome plena conciencia reflexiva de las necesidades y las exigencias de los otros”, y agregaría que darle sentido a la vida de los seres humanos, simplemente enseñarlos a vivir. 

Referencia:
 Alvarado Dávila, Víctor. “Ética y educación para el nuevo siglo”, en Revista Educación. Año/vol. 29, No. 1, 2005. Universidad de Costa Rica. Ciudad Universitaria Rod, Costa Rica. Pp. 7-14.

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